Adictos al sexo: un amargo placer

01 / 08 / 2013 11:49 Lucía Martín
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Se da más en hombres que en mujeres. Y también más en solteros. El trastorno está aumentado con Internet: podría padecerlo un 8%.

Si decimos adicto al sexo seguro que vendrán a su memoria las imágenes de Tiger Woods o de Michael Douglas pidiendo perdón y justificando sus infidelidades por no poder parar de tener sexo con otras que no fuesen sus mujeres… Pero más allá de Hollywood y de caras famosas, en efecto, ser adicto al sexo significa ser un esclavo y no poder parar de tener sexo con otros, o de consumir pornografía, o de masturbarse. También es sentimiento de culpa, familias destruidas y problemas económicos que pueden ir hasta que a uno le echen del trabajo. En definitiva, que la adicción al sexo o la hipersexualidad, en sus distintas acepciones, tiene más de amargo que de dulce.

Lo sabe bien Carlos Chiclana, autor del libro Atrapados en el sexo (editorial Almuzara) y médico psiquiatra que lleva tratando este problema en su céntrica consulta de Madrid desde 2007. Y es que son muchos los que presentan esta problemática, que, además, va en aumento. Aunque es difícil dar cifras concretas, se estima que entre un 3% y un 6% de la población general padece hipersexualidad. Otros autores consideran que el porcentaje llega al 8%, por el fácil acceso de la pornografía en la Red. Además, se da más en los hombres que en las mujeres: por cada fémina con este problema hay cinco varones que lo sufren.

Pérdida de libertad (se recurre a ciertas conductas sexuales a su pesar y sin ser capaz de evitarlas), ansia y fantasías sexuales recurrentes, el sexo pasa a ser el centro de la vida y supone una interferencia grave en lo cotidiano (malestar general y consecuencias negativas)… Estos síntomas vendrían a definir el trastorno. Pero cuidado, ¿practicar mucho sexo quiere decir que se padece de hipersexualidad? No. Hay que diferenciar entre una vida sexualmente activa y sana y una obsesiva e insatisfactoria que, además, produce destrucción. Lo que lo define es una conducta sexual fuera de control, desordenada.

“No me gusta llamarlo adicción al sexo, porque el modelo adictivo clásico no permite entender qué le sucede a estas personas, prefiero llamarlo hipersexualidad. La gente que la padece se siente esclava, atrapada. Pero esto suele ser normalmente una válvula de escape, cuando rascas ves que hay otros problemas psicológicos, un 75% de los casos presenta trastornos depresivos, déficit de atención e hiperactividad, ansiedad y trastorno obsesivo compulsivo”, explica Chiclana. “Este trastorno está muy relacionado con trastornos afectivos y de personalidad (como la ansiedad y la depresión). Es un problema serio que genera muchos problemas económicos, pero hay que decir que si se trata, mejora”, comenta el psiquiatra catalán José Antonio Navarro.

Pero, ¿qué perfil tienen los sexadictos? Edad media de 33,8 años y en su mayoría, solteros. Generalmente, la hipersexualidad les genera malestar personal, problemas en la pareja, problemas sociales e incluso, laborales (en un 17% de los casos). Los hombres serían más proclives a la masturbación compulsiva, a tener parafilias, a pagar por practicar sexo y a tenerlo con desconocidos: serían hasta 7 veces más promiscuos que las féminas. “Hay más hombres, pero no queda muy claro si es así realmente porque sobre el hombre se sabe más porque acude a la prostitución”, añade Navarro.

“Estoy en una reunión de trabajo y tengo que salir para masturbarme. Si voy a tener relaciones con mi mujer, la emoción y tensión que me genera me lleva a masturbarme. Cuando tengo más tensión por viajes laborales, reuniones difíciles, cuando no puedo hacer lo que quiero, cuando me enfado con mis hijos también. Al final siempre termino en lo mismo y esto no es vida”, comenta Manolo, uno de los pacientes del doctor Chiclana. Anuska, otra de las personas a las que trata, suele utilizar las relaciones sexuales como quitapenas: porque en el trabajo ha tenido un mal día, o porque ha peleado con su madre o con una amiga… A veces lo hacía con conocidos, y otras, con completos desconocidos. Otro de los pacientes de Carlos Chiclana (ha tratado a unos cien), de 18 años, lleva enganchado al sexo desde los 7.

¿Trastorno o consecuencia?

No todos los profesionales están de acuerdo en considerar este problema como un trastorno en sí mismo: de hecho, no está incluido en el DSM, el Manual de Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos Mentales realizado por la American Psychiatric Association y que sirve de referencia a los psiquiatras para hacer diagnósticos. Iba a ser incluido en su última edición, la quinta, pero no ha sido así: “El concepto de hipersexualidad es antiguo, aunque parezca moderno. El tema se relanza en la psiquiatría moderna en 1983. Hay muchos detractores que no lo ven como un trastorno en sí mismo, sino como una consecuencia de otros. Una de las pegas para incluirlo en el DSM era precisamente cómo definir cuál es una frecuencia sexual normal, porque este es un tema de cada uno”, explica José Antonio Navarro. Patrick Carnes, propietario de la clínica Pine Grove Behavioural Centre de Missisipi, donde se trató Tiger Woods, es uno de los mayores defensores de la adicción sexual como problema y siempre ha mantenido que, al igual que un alcohólico es incapaz de dejar de beber, los sexoadictos no pueden parar en su comportamiento sexual dañino.

“El substrato de las adicciones, sean del tipo que sean, es el mismo, pero de esta se sabe menos que de otras. Aunque a mí lo del modelo adictivo no me gusta aplicarlo a este trastorno: yo a un alcohólico sí que le digo que huya de los bares, del entorno en el que consumía alcohol; pero el sexo en sí mismo no es malo, no le puedo decir al paciente que huya de él”, explica Chiclana.

Pero el paciente, ¿llega a la consulta sabiendo cuál es su problemática? “Aquí no les cuesta reconocer que tienen ese problema, pero en la calle sí. Además, suele ser común que la familia no lo sepa pero cuando lo sabe es cierto que ayuda (en el caso de padres y hermanos). Si hablamos de pareja, a veces genera la ruptura”, dice. Eso sí: cuando se le pone nombre a su problemática, suelen sentirse liberados.

Si dejar de consumir alcohol para un alcohólico es difícil (su consumo está bien visto socialmente y los estímulos son muchos), imagínese si hablamos de algo que forma parte del cuerpo, que se lleva encima toda la vida… “Es como una guerra cotidiana por la cantidad de estímulos que tenemos (la tele, la publicidad, los periódicos…). Y luego están los estímulos de cada uno. Lo importante es conocer cuáles son los que activan esa conducta”, comenta Chiclana. “Es cierto que es un trastorno complejo de tratar, por los estímulos de fuera y porque lo llevamos puesto, pero se trata y se cura. Hay recaídas, claro, como en el mundo de las toxicomanías”, aclara Navarro.

¿Cómo modificar esta conducta y cuánto puede durar el tratamiento? “De media, aunque dependerá de la persona, unos 3 años –dice el doctor Chiclana–. Se empieza a cambiar cuando creces en otras áreas, cuando se fomentan otros intereses, los que sean”, explica. Hay que ir poco a poco, haciendo pequeños cambios y marcando objetivos my concretos: por ejemplo, a uno de sus pacientes que solía acudir a prostitutas, el doctor Chiclana le animó a deshacerse de la agenda de contactos. A otros enganchados al cibersexo se les elimina el acceso a Internet del móvil.

“El tratamiento se lleva a cabo en varias áreas: la individual y el tratamiento psicoterapéutico que puede incluir a la familia. Puede ir de 1 a 2 años”, considera Navarro. Se puede necesitar medicación o no, dependiendo del paciente. Hay que cuidar el cuerpo físico (regular el sueño, ordenar las comidas, realizar ejercicio físico de forma regular, dedicar tiempo a actividades que gusten) y también, el mental. “No se trata de quitar malas hierbas, sino de plantar buenas semillas. La banalización actual de la sexualidad hará que cada vez más gente padezca este trastorno, y, además, gente cada vez más joven. Lo cual no es negativo, porque se podrá modificar antes el comportamiento”, finaliza Chiclana.

En España hay varias clínicas que tratan esta problemática, como la del doctor Chiclana en Madrid o el Dexeus en Barcelona. También existe el grupo de Sexólicos Anónimos de España, que se define como “una fraternidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia para resolver su problema y ayudar a otros a recuperarse”. ¿Requisitos para ser miembro? Desear liberarse de la lujuria y alcanzar la sobriedad sexual (que para ellos significa la abstinencia de relaciones sexuales con uno mismo o con cualquier persona que no sea el cónyuge, entendiéndose por tal la pareja en un matrimonio entre hombre y mujer).

Grupos de autoayuda.

A pesar de que afirman no estar vinculados a ninguna secta o confesión religiosa, su programa se basa en los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos, entre los que están “Llegar al convencimiento de que solo un Poder Superior puede devolverles el sano juicio” o “Poner su voluntad y vidas al cuidado de Dios”.

Sexólicos Anónimos no es un grupo de profesionales médicos, sino de autoayuda. A diferencia de Alcohólicos Anónimos, uno no accede libremente a sus reuniones, que son cerradas para preservar el anonimato de sus miembros. Se les contacta por correo electrónico y cuando te responden, te remiten una información general, en la que se incluyen sus 12 pasos y te facilitan un número de teléfono. Esta es la única forma de acceder a sus reuniones, de la mano de un padrino o madrina, que te ayudará en el tortuoso camino de la recuperación y al que se te anima vivamente llames o veas las veces que sean necesarias.

“Yo ahora estoy casada y tengo hijos, de hecho mi familia no sabe de mi problema. Empecé con el sexo muy joven, y tenía muchas relaciones que no me satisfacían, yo buscaba amor, cariño... Cada uno tiene unos sexolismos distintos”, comenta Teresa, una de las asistentes a las reuniones de Madrid. En España funcionan varias asociaciones en Madrid, Elche, Murcia y Barcelona. En la capital, por ejemplo, se reúnen dos veces a la semana: los miércoles y los sábados por la tarde, en un lugar que solo se conoces cuando te introduce tu mentor. Porque la etiqueta de adicto no tiene buena fama, pero la de sexoadicto, aún menos.

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